Os explico en el siguiente post más sobre este concurso. Aquí podéis leer el relato que escribí para el.
El REGISTRO
de Aránzazu Santana
Nadie me dijo que el dolor es algo que sorprende. Pensamos
que hemos sentido un dolor insuperable, pero, de repente, pasa algo y
descubrimos que el dolor no tiene fin. No importa si crees que no puedes
soportar más dolor, es mentira, puedes y lo harás. No me extraña que mi padre
siempre me dijera: "No sabes lo que es sufrir". Está claro que él
sabía del tema, quizás demasiado. El dolor nos mueve para hacer cosas, ¿no te
parece? Recuerda aquel verano en la playa del Puertito, cuando la tía nos decía
que tuviéramos cuidado con las piedras. Me acuerdo cómo entrábamos en el agua
dando saltos con cada pinchazo de los callados de la playa. Cómo cambió la
historia cuando nos compraron unas cangrejeras.
Pero no quiero aburrirte rememorando otros tiempos. Necesito
tu consejo, como lo hacías antes. He descubierto muchas cosas en estos días y
quizás todo cambie. O al menos, si soy buena persona, debería cambiar. No sé
muy bien por dónde empezar, desde que papá falleció son tantas las cosas que
gestionar que me siento desbordado. Papá tenía demasiadas cosas por resolver y
eso que nos decía que cuando él faltase nosotros no tendríamos que hacer nada.
Creo que solo lo decía para darse importancia y quejarse de sus hermanos por
cómo gestionaron la casa del pueblo de los abuelos. Cómo me aburren esos temas
de las herencias, no conozco una familia que no tenga algún conflicto con estas
historias. Menos mal que nosotros somos de otra pasta. Al menos eso creo, aunque
quién sabe cómo puede acabar esta historia.
Sé que me dijiste que resolviera todo lo que pudiera y que
cuando pudieras venirte me ayudarías con cualquier decisión que tomase. Ojalá
pudieras estar aquí. Pero son tantas las cosas que me he encontrado que no
puedo decidir solo. Necesito contarte cómo ha sido esta semana, porque he
descubierto mucho más de lo que esperaba.
Papá ocultaba más de lo que cualquiera podría ser capaz de
imaginar. O al menos, lo que yo soy capaz de pensar de alguien. Hacía tanto que
no veníamos al pueblo, que ya ni recordaba que había una habitación que él
siempre cerraba con llave. Cuando los chicos y yo llegamos y nos pusimos a
recoger, de repente es como si la puerta hubiera aparecido mágicamente. Sergio
se acercó e intentó abrirla. Como siempre estaba cerrada, ¿dónde estará la
llave? - pensé-. Cogí el llavero de papá, ya sabes ese que tenía llaves de
tantos sitios que no sé cómo se aclaraba. A veces llegué a pensar que tenía las
llaves de todos los vecinos. Y quizás tampoco estaba tan desencaminado. Pero
ninguna abrió la puerta. No le di importancia, ya sabes cómo era papá, guardaba
la declaración de la renta como si fuéramos a traspapelar algún secreto de
estado con nuestros enemigos. Así que seguimos recogiendo, obviando esa
habitación. Total, ya habría tiempo.
No te puedes imaginar cuanta basura tenía papá. Tenía
literalmente una cómoda llena de agendas viejas. Creo que había agendas de
antes de que naciéramos. Ahora me arrepiento de haberlas tirado. Pero fue de
las primeras cosas que encontré y no pensé que pudieran ser importantes. Quizás
pueda recuperarlas, creo que los chicos aún no han tirado el contenedor que
preparamos para todo lo que pensábamos tirar. Insistí mucho en que teníamos que
separar para reciclar todo lo posible.
No quiero distraerme con todos estos detalles, pero debo
ponerte en situación. Papá parecía hacer vida en prácticamente 3 espacios de la
casa: el salón-comedor, la cocina y su dormitorio. De hecho, el baño de la
primera planta estaba lleno de cosas, creo que lo usaba como un armario.
Supongo que solo necesitaba el baño de su dormitorio, total ya no recibía
visitas, ¿verdad? Todo estaba muy ordenado, fue fácil encontrar los papeles
importantes. Curiosamente estaban en un armario en la cocina. Había varios archivadores
y una caja con recibos. Se ve que los ponía en la caja hasta que los archivaba
donde correspondía. Da miedo pensar lo meticuloso que era para esto. De hecho,
encontré un archivador con tu nombre. Estaba lleno de toda documentación médica
o académica relativa a ti. ¡Qué envidia de notas, por cierto! Mi archivador no
estaba ahí.
Óscar se encargó de los muebles. Ya sabes que conoce gente
que reaprovecha los muebles, los restauran y luego donan los beneficios. Y en
general había mucho mueble de calidad que podían utilizar. He guardado tu
primera mesa de dibujo, he imaginado que te gustaría tenerla, a mí me gustaría
guardarla. Papá la tenía desmontada y envuelta en la habitación pequeña. Se
nota que la guardó pensando en conservarla bien. Fue cuando vino el camión para
recoger los muebles cuando nos encontramos algo extraño. Quisimos sacar el
armario de la abuela, pero no había quien lo moviera. Antes se hacían las cosas
de otra manera y está claro que pensaban que un mueble era para siempre. Uno de
los chicos de los muebles nos dijo: "No será de los de doble fondo".
Nos quedamos parados. "¿Cómo que doble fondo?" - le pregunté.
"Sí, nos hemos encontrado algún armario antiguo que la gente ponía doble
fondo. Supongo que cuando la guerra alguno aprovechó para esconder lo valioso
en esos escondites". Cómo imaginarás lo probamos. Y sí, tenía doble fondo.
Te aseguro que jamás lo hubieras dicho, estaba muy bien disimulado. Dentro
había una serie de cajas de madera, pequeñas. Me recordaron un poco a esas que
tienen una botella de vino y que tan bien quedan como regalo. Creo que serían
unas 15 o 20 apiladas, el espacio lo habían aprovechado al máximo. Lo sacamos
todo para que pudieran llevarse el armario y pensamos que ya luego lo
miraríamos. Quizás la abuela lo habría guardado en otro tiempo y se quedó ahí
olvidado. Ni lo pensé mucho en ese momento.
Una vez resuelto el tema de los muebles nos quedaba lo
difícil, qué hacer con todo lo que encontramos en cajones y armarios. Uno no
piensa en todo lo que acumula hasta que tiene que vaciar una casa, ¿verdad? Les
dije a Sergio y a Óscar que se encargasen de la ropa, no quería nada de eso.
Tampoco me apetecía rememorar momentos viendo la ropa de papá. Lo tenía claro,
solo guardaría lo mínimo. Papá tenía tantos papeles guardados sin necesidad,
estaban las instrucciones de nuestra primera cámara. Bueno, para ser sincero
estaban todos los manuales de todo aquello que tuvimos, que tuviera manual. Por
suerte, papá no era de los que tienen fotos en cajas, así que fue fácil
encontrar las pocas fotos que había en unos 3 álbumes, no te sorprenderá saber
que no estaban llenos del todo. Qué poco le gustaba sacarnos fotos.
Pronto llegué a las cajas misteriosas. Pesaban bastante.
Ahora que las miraba con detenimiento me di cuenta de que tenían alguna
anotación en las mismas: 1975/1, 1960, 1975/2, … Parecían enumerar años. Abrí
una cualquiera y encontré carnets viejos y unas fichas como las que usábamos
para estudiar. No sé quiénes serían esas personas, eran todas mujeres. ¿Qué
había encontrado? De repente, sentí miedo de seguir mirando, pero algo me decía
que tenía que mirar. Las fichas tenían notas, ponían lugares relacionados con
fechas y horas. Era como un registro, no sé de qué o para qué. Pero seguí
pensando por qué tenía documentación de personas que no conocemos de nada. La
mayoría de las cajas guardaban un contenido similar. Algunas solo tenían
fichas, pero seguían apareciendo carnets en varias de ellas. Estaba
desconcertado cuando abrí la caja que ponía 1992, el año más cercano de todas
las cajas, no estaba tan llena como el resto y en el fondo había una llave. De
repente, lo vi claro. Era la llave de esa habitación cerrada a la que nunca
pudimos entrar. Fui corriendo casi sin pensarlo hasta la puerta con la llave en
la mano, sentí algo de nerviosismo mientras metía la llave en la cerradura.
Entraba perfectamente y comencé a girar la llave. Cuando escuché el primer giro
de los engranajes de la cerradura lo pensé: llama a los chicos. Y así hice,
mejor no hacer eso solo, quién sabe qué podía encontrar. Visto lo visto, esa
casa tenía misterios que no esperaba.
Cuando los chicos vinieron le di la última vuelta a la llave
para abrir. Una parte de mí no quería abrir, pero no podía evitarlo, tenía que
saber qué había dentro, qué tan bien había guardado. Jamás pensé que me
encontraría lo que me encontré. Una mesa grande en todo el centro y una carpeta
sobre ella. Nada más. De hecho, la habitación parecía más limpia que el resto.
La carpeta parecía estar bastante llena. Dentro había una serie de cartas con
una nota hecha con una página de una agenda. El día que marcaba la agenda
coincide con esa última visita que le hicimos a papá, recuerdas lo que pasó.
Después de eso no volvimos. La nota ponía: "Chicos, aquí encontraréis la
verdad. Vosotros decidís si queréis contarla. A mí ya me da igual".
He llamado a la policía para enseñarles todo lo que he
encontrado. Les enseñé las notas y los carnets y me costó, pero le dije al
policía: "Aquí se explica todo. Las 48 cartas que mi padre escondió. En
ellas habla de todas esas mujeres desaparecidas y cuenta qué hizo con
ellas".
Pero pasa una cosa, había 50 cartas. Una para ti y otra para
mí que no he sido capaz de entregar a la policía. Papá era un loco, eso lo
sabíamos, pero no hasta qué punto. Mi carta es horrible, está claro que papá no
sentía aprecio por mí. Pero he sentido vergüenza al descubrir que pensaba que
me parecía a él. Quizás incluso asco, al leer que pensaba que continuaría su
legado y que se sintió decepcionado el día que lo visitamos. Le horrorizó
descubrir mi matrimonio y que tú me apoyases. Sabes, creo que hicimos bien en
seguir nuestro camino. No sé qué dirá tu carta, pero creo que debería ser algo
para ti, no pienso abrirla. Creo que he hecho bien, quería preguntarte primero,
pero… ya sabes. Sé que para ti era difícil odiarle, por eso te agradezco tanto
que decidieras apoyarme. Ojalá, no hubieras tomado nunca ese avión, que solo me
dejaste. Espero al menos, haber hecho algo bueno; la gente merece saber la
verdad.
Comentarios
Publicar un comentario
Es tu momento, dime lo que piensas. ¿Te ha gustado esta entrada? ¿Tienes alguna pregunta? Este espacio es para que me cuentes lo que quieras.